… o una elegia anònima
… o un «El Rei ha mort. Visca la Anarquia!»
Enterrado el local, solo quedan esporas en el aire*
Como esporas que trae el viento, en un momento se dio la confluencia de varias individualidades anarquistas en el barrio del Poble Sec, y parecía fértil y húmeda la tierra.
Nos dispusimos a vivir en común nuestras ideas, encontrando, planeando, compartiendo, riendo, propagandeando… De este ir y venir, surgió la idea de tener un espacio físico, y tras mucho recorrer las calles y las webs, encontramos un lugar tranquilo en la parte alta -geográficamente hablando- del barrio, ignoto, pequeño, destrozado. Con mucha pasión y dedicación, lo dejamos arreglado y -no es modestia, somos mañosas- bonito, para sentirnos cómodas y hacer de él, nuestro espacio y el de quien quisiera compartir la práctica de desautorizar a la autoridad.
Quien escribe estas líneas, escuchó una vez a un viejo anarquista que había luchado en la Revolución de 1936, en el maquis francés y en la resistencia clandestina en la Península, decir ‘yo no soy un Anarquista, yo soy un aprendiz de Anarquista’. Así que siguiendo con esas ganas de aprender, dimos el nombre de Ateneo Anarquista del Poblesec, a este espacio, deseando que fuese un lugar de crecimiento colectivo.
Y un día, este pequeño grupo de esporas, (re)vivió una experiencia conocida, la que nunca cesa, la de la represión. Vimos levantarse esa persiana que abríamos siempre que podíamos, pero esta vez eran las radiales, las porras y pistolas de los esbirros del Estado. Invadieron nuestro espacio, al igual que las viviendas de algunas compañeras, buscando espíritus libres a los que encerrar e intentando arrebatar el fuego que llevamos dentro (el fuego que antes robó Prometeo para acallar al omnipotente Zeus?). Encerraron a algunas, pero no se dieron cuenta que ni sus leyes ni sus rejas, pueden apagar esa llama que arde en los corazones revolucionarios.
Resistimos -a trancas y barrancas- este empuje. No teniendo la actividad y el objetivo que tenían los ateneos clásicos, cambiamos el nombre y pusimos el nombre de Local Pandora (cuenta un mito de hace algunos millares de años que en su caja quedó la esperanza…).
Continuamos molestando y aprendiendo juntas de nuestros experiencias y errores (algunos los supimos después; otros, no los sabemos aún), organizando jornadas, tejiendo relaciones, creando tensiones, luchando para no dejar solas a quienes sufren tras los muros, o fuera de ellos… Tiempo más tarde, pensamos que tener un espacio físico ya no era una necesidad (quizás ya una carga?), y que no cumplía nuestros propósitos. Así que decidimos cerrar este bonito local en una orilla del Poble Sec, no con resignación, tampoco sin tristeza, pero sobretodo con la certeza de que siendo esporas, seguiremos apareciendo como setas, seguiremos molestando allá donde creamos oportuno y seguiremos combatiendo al Poder allá donde se manifieste. Como dijo aquel viejo anarquista, somos aprendices, y seguiremos aprendiendo, de los errores, de los aciertos, de las experiencias.
Os deseamos salud, alegría y anarquía, y nos encontramos en otros viejos y nuevos lugares».
* Nota (extrato del libro ochocentista Las Ciencias Naturales y Ocultas en la Península Ibérica): «Las esporas de una sola seta de tamaño pequeño sería suficientes, si encontraran el medio adecuado, para colonizar toda la superfície de Cataluña o del Algarve; las esporas de esas nuevas setas, podrían colonizar el mundo!».